Terapias

Estoy leyendo por placer de nuevo.

No es que haya dejado de leer. Es que siempre que agarraba un libro me entraba la culpa de tener que estar leyendo otros, los de la escuela, o haciendo tarea, o trabajo de equipo, o algo. Eso le quitaba todo el placer a mis lecturas. O buena parte de él. Se convertía, literalmente, en un placer culposo.

Ya no tengo ese problema.

De diciembre a la fecha he leído algo de Neil Gaiman, Ursula K. Le Guin, Doris Lessing y Jeffrey Eugenides. A Eugenides nunca lo había leído. Ni siquiera he visto la película que hizo Sofía Coppola de uno de sus libros (nota mental: buscarla en Netflix). Pero compré “Middlesex” y me encantó. Ahora estoy con “Las Vírgenes Suicidas” y me merqué también “La trama matrimonial”. Y tengo en lista de espera uno de Junot Díaz.

Cada peso gastado en libros lo vale. Me estoy ahorrando el psiquiatra y la terapia. No conozco mejor medio de cuestionamiento que los libros, ni mejor método de reflexión. Las creencias que tengo (buenas o malas pero mías, como dice la canción) no las obtuve a través de un curso o adiestramiento sino por medio de la piedrita en las ideas que los autores van esparciendo aquí y allá. A ellos les agradezco profundamente las molestias ocasionadas a mi status quo.

Es maravilloso, por cierto, esto de los libros electrónicos. Y aunque me considero de la vieja guardia, la que compra las versiones impresas, no puedo dejar de sorprenderme por la oferta editorial que tienen Amazon o Play Books. Por ese medio he podido conseguir libros incluso de autores independientes, cosa que no habría podido hacer en otra librería. Mucho menos en las librerías de mi ciudad cuya oferta principal son los clásicos (muuuuy clásicos), los bestsellers y los libros de autoayuda.

El año pasado me compré una tablet. Yo jamás había considerado comprar una. Me parecían de un ocioso insufrible. Para ocios ya tengo bastante con mi celular. Y para trabajos complejos e insufribles, mi laptop. Pero accedí porque debía descargar varios libros de la biblioteca de la universidad y traerlos en modo portátil para aprovechar tiempos muertos del trabajo y adelantar lecturas.

Fueron los $1,600.00 mejor gastados, al menos ese día. Porque por supuesto no me iba a comprar ni un iPad, ni un Galaxy. Me compré una tablet Alcatel (y de paso le compré uno a mi papá para que jugara al solitario y viera en letras grandotas su FB) y le he sacado bastante provecho.

Qué cosa más bonita es la tecnología.

Y qué cosa más chula es leer.

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