El regreso de Tres
Un mes y medio pasó Número Tres en la cochera, sirviendo de casa-cuna a decenas de arañas sin hogar, siendo humillado por las aspiraciones de supremacía de los gatos de la calle, acumulando tierra en cada resquicio de su metálica anatomía e incluso, como nos dimos cuenta una mañana, recibiendo huevazos por parte de algún niño ocioso de la colonia.
Y viendo Fefé que lo que tenía no era viral y que no se recuperaría gracias al mero descanso, tuvo que llevárselo al taller.
Otro mes y medio pasó Número Tres ahí, recibiendo toda clase de atenciones y cuidados necesarios para su recuperación.
Durante esos tres meses fui la chofer más amable y tolerante que se puedan imaginar. Llevé hijos a la escuela y actividades extraescolares y marido al trabajo. Una que otra ocasión tuve que sacrificar alguna salida o depender de los horarios de Fefé para ciertas cosas. Fui muy muy paciente así que cuando fuimos a recoger a Tres no pude evitar saltar de la alegría, liberando así todo los gruñidos que merecía haber hecho cada vez que me hacían levantarme de la cama o de cualquier cosa amena y agradable para hacer mi papel de chofer.
Mientras Fefé revisaba a Tres, yo me acomodaba en el asiento de mi auto, dejándolo a mi altura, emocionándome con la perspectiva de que nunca más --en el futuro cercano-- tendría que reajustar el asiento o cambiar el cd del estéreo. Comencé a sentir ese fresco y sabrosón aire de libertad cuando Fefé se asomó por la ventana y me dijo:
-- ¿Me pasas mi loción?
-- Ajá...
-- Y ese libro que está ahí.
-- ...toma...
-- Ahí también está el cargador de mi teléfono.
-- ... (y entonces comencé a sentirme como en medio de un divorcio con la separación de bienes)
-- ¡Ah, y mis discos!
-- ¿Tus discos? También son míos.
-- Yo compré los cd´s.
-- ¡Pero yo te los grabé!
-- Dámelos.
-- ...............
-- ¡Y el que está puesto también!
-- Demonios.
Camino a casa, con Fefé a un lado haciéndome señas desde Número Tres, me puse triste.
Es bonito esto de la libertad, pero voy a extrañar a Fefé en las pláticas lacónicas de la mañana y en las más animadas de la tarde, de regreso del trabajo. Enmedio de lo que ha sido la falta de tiempo para estar juntos, aprendí a apreciar esos minutos de viaje.
Pero... como dice el gran filósofo de izquierda Francisco Javier --lo cual me resignó un poco-- Que es la libertad, un juego para soñar, que juegas a no perder y pierdes todo al ganar.
(Además me terminó de alivianar pensar que el estéreo del carro de Fefé es mamonsísimo y no toca los cd´s que grabo, así que al menos ellos volverán a mí... ¡Muajajajajá!)
Y viendo Fefé que lo que tenía no era viral y que no se recuperaría gracias al mero descanso, tuvo que llevárselo al taller.
Otro mes y medio pasó Número Tres ahí, recibiendo toda clase de atenciones y cuidados necesarios para su recuperación.
Durante esos tres meses fui la chofer más amable y tolerante que se puedan imaginar. Llevé hijos a la escuela y actividades extraescolares y marido al trabajo. Una que otra ocasión tuve que sacrificar alguna salida o depender de los horarios de Fefé para ciertas cosas. Fui muy muy paciente así que cuando fuimos a recoger a Tres no pude evitar saltar de la alegría, liberando así todo los gruñidos que merecía haber hecho cada vez que me hacían levantarme de la cama o de cualquier cosa amena y agradable para hacer mi papel de chofer.
Mientras Fefé revisaba a Tres, yo me acomodaba en el asiento de mi auto, dejándolo a mi altura, emocionándome con la perspectiva de que nunca más --en el futuro cercano-- tendría que reajustar el asiento o cambiar el cd del estéreo. Comencé a sentir ese fresco y sabrosón aire de libertad cuando Fefé se asomó por la ventana y me dijo:
-- ¿Me pasas mi loción?
-- Ajá...
-- Y ese libro que está ahí.
-- ...toma...
-- Ahí también está el cargador de mi teléfono.
-- ... (y entonces comencé a sentirme como en medio de un divorcio con la separación de bienes)
-- ¡Ah, y mis discos!
-- ¿Tus discos? También son míos.
-- Yo compré los cd´s.
-- ¡Pero yo te los grabé!
-- Dámelos.
-- ...............
-- ¡Y el que está puesto también!
-- Demonios.
Camino a casa, con Fefé a un lado haciéndome señas desde Número Tres, me puse triste.
Es bonito esto de la libertad, pero voy a extrañar a Fefé en las pláticas lacónicas de la mañana y en las más animadas de la tarde, de regreso del trabajo. Enmedio de lo que ha sido la falta de tiempo para estar juntos, aprendí a apreciar esos minutos de viaje.
Pero... como dice el gran filósofo de izquierda Francisco Javier --lo cual me resignó un poco-- Que es la libertad, un juego para soñar, que juegas a no perder y pierdes todo al ganar.
(Además me terminó de alivianar pensar que el estéreo del carro de Fefé es mamonsísimo y no toca los cd´s que grabo, así que al menos ellos volverán a mí... ¡Muajajajajá!)
Comentarios
Que chido describes.
Un stereo mamón (hartas risas).
En lo que te acostumbras a una rutina, vienen variaciones o de plano se acaba y te queda tiempo, no sabes que hacer, en menos de lo que piensas ya te llegará algo más para ocuparte.
Saludos.
Verdad que las pláticas de saliendo de trabajar son mucho mas sabrosas que las de entrando? será que nos deprimimos a la entrada?
Dont worry.. sabemos que el tambien te extrañara.(deja que llegue a la gasolineria)
Todavía, ya "me" los regresé y jamás jamás volverán a ver el interior de Tres. Son más felices conmigo.
Y sí, esas pláticas son mejores aunque la compañía por la mañana se agradece más.
Shelle, no había pensado en la gaasolinera... y eso que saliendito del taller llegamos los dos a una, yo dije "Póngale cien" y "El de atrás paga". Yo creo que sí, desde ahí me empezará a extrañar.
qué curioso que le digan número 3 al auto jeje
Ave... jiji... ya te contaré.