De la vanidad
De los cinco a los diez años de edad, fui una niña noviera cuyo principal atractivo residía en correr muy rápido y pegar bien fuerte.
Cuando entré a la secundaria las cosas cambiaron drásticamente.
Mi falta de amistades femeninas y la torpeza social adquirida a partir de mi entrada a la adolescencia sumado al cambio de ciudad, provocaron que me conviertiera en una nerd inadaptada y claro, sin novio o prospectos. Esto es serio cuando se está en esa etapa escolar.
No conocía yo las artes de la seducción femenina, ignoraba por completo que había que cambiar la fuerza por la fragilidad y la inteligencia por la bobería con el fin de llamar la atención, además de usar el cabello, el maquillaje y la ropa apropiada.
Y yo siempre fui de un inapropiado tremendo.
En preparatoria algunas cosas cambiaron. Los chicos comenzaban a entrar en ese pico hormonal que los hacía lanzarse hacia cualquier cosa que se moviera. Tuve un par de pretendientes y un par de novios.
Ya en la universidad, a punto de salir, conocí a Fefé, con quien no fue necesario usar los encantos propios de mi sexo (jojo, usé otros, también del... bueno... ejem.)
Lo que nunca conocí fueron los flirteos ni los coqueteos de bar. Mis únicas experiencias en este sentido habían sido una torteada en un antro y un intento de ligue con un güey que resultó ser mi primo. Total fail.
Anoche, a mis 33 años, en una cantina, supe lo que se siente ser objeto de ese asedio.
"Cómo está usted bonita, es más, está usted hermosa" fueron las palabras del fulano en cuestión.
Mi inexperiencia fue evidenciada por un "frgraciass" a media voz y el envío en chinguiza de un mensaje vía celular: "apúrense, anda un tipo aquí de facilito".
El fulano me pidió una cerveza que no estaba yo para rechazar. Luego quiso sentarse en mi mesa, a cuyo intento resistí diciéndole "es que... ya van a llegar unos amigos". Se fue a la barra y yo saqué mi moleskine mientras me hacía más pendeja que de costumbre haciendo como que escribía. Un rato después llegaron mis amigos a salvarme de la situación y el cuate éste se acercó a la mesa, se despidió y se fue.
No puedo negar que me haya gustado.
Se siente lindo que un perfecto desconocido (bueno, ni tan perfecto... estaba medio estrábico --lo cual puede ofrecer una excelente explicación de por qué no sólo me vio "bonita" sino "hermosa"--) diga cosas así.
Dijo Balzac: "Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir"
Yo no sé pero anoche me sentí de un vanidosa insoportable.
Y qué.
Cuando entré a la secundaria las cosas cambiaron drásticamente.
Mi falta de amistades femeninas y la torpeza social adquirida a partir de mi entrada a la adolescencia sumado al cambio de ciudad, provocaron que me conviertiera en una nerd inadaptada y claro, sin novio o prospectos. Esto es serio cuando se está en esa etapa escolar.
No conocía yo las artes de la seducción femenina, ignoraba por completo que había que cambiar la fuerza por la fragilidad y la inteligencia por la bobería con el fin de llamar la atención, además de usar el cabello, el maquillaje y la ropa apropiada.
Y yo siempre fui de un inapropiado tremendo.
En preparatoria algunas cosas cambiaron. Los chicos comenzaban a entrar en ese pico hormonal que los hacía lanzarse hacia cualquier cosa que se moviera. Tuve un par de pretendientes y un par de novios.
Ya en la universidad, a punto de salir, conocí a Fefé, con quien no fue necesario usar los encantos propios de mi sexo (jojo, usé otros, también del... bueno... ejem.)
Lo que nunca conocí fueron los flirteos ni los coqueteos de bar. Mis únicas experiencias en este sentido habían sido una torteada en un antro y un intento de ligue con un güey que resultó ser mi primo. Total fail.
Anoche, a mis 33 años, en una cantina, supe lo que se siente ser objeto de ese asedio.
"Cómo está usted bonita, es más, está usted hermosa" fueron las palabras del fulano en cuestión.
Mi inexperiencia fue evidenciada por un "frgraciass" a media voz y el envío en chinguiza de un mensaje vía celular: "apúrense, anda un tipo aquí de facilito".
El fulano me pidió una cerveza que no estaba yo para rechazar. Luego quiso sentarse en mi mesa, a cuyo intento resistí diciéndole "es que... ya van a llegar unos amigos". Se fue a la barra y yo saqué mi moleskine mientras me hacía más pendeja que de costumbre haciendo como que escribía. Un rato después llegaron mis amigos a salvarme de la situación y el cuate éste se acercó a la mesa, se despidió y se fue.
No puedo negar que me haya gustado.
Se siente lindo que un perfecto desconocido (bueno, ni tan perfecto... estaba medio estrábico --lo cual puede ofrecer una excelente explicación de por qué no sólo me vio "bonita" sino "hermosa"--) diga cosas así.
Dijo Balzac: "Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir"
Yo no sé pero anoche me sentí de un vanidosa insoportable.
Y qué.
Comentarios
Que admirador tan decente, tu! Amable y ademas no se ofendió por el rechazo y no insistió cuando le diste razones. Asi sí conviene el asedio.
me recordó que un niño en primaria me regalaba un peluche y yo corrí, corrí por todo el patio apenada :)
a disfrutar la vanidad :)
Yo ahorita pego fuerte y corro bien rápido.
Implicada, yo tuve galanes bien lindos en la primaria que me regalaban cachorritos de a devis, libros, revistas y flores de papel.
Entonces yo no era la inadaptada que soy ahora y no salía corriendo.
Negrita, me dio mucha risa eso del pretendiente malayo. Y sí, no importa cuánto le gustes a tu pareja, a veces un guiño de ojos de otra persona, le cae rebien al ego.
Juano, sí te entendí. Jeje... Así son los hombres, se lanzan contra la gacela sola y herida.
Cuando yo estaba en la primaria la mas grande muestra de amor era intercambiar el lonche XDDDD (sooospiro!!)