De mis días en el modelaje
Porque así soy de versátil, alguna vez fui modelo.
De manos.
Y no fue tan sencillo para alguien cuya relación entre uñas y dientes comenzó a temprana edad y amenazaba con no terminar tan fácilmente.
Desde que recuerdo me comía las uñas.
Onicofagia es el nombre de este hábito y no había nada que mi madre no hubiera probado para quitármelo. Yo también había intentado hacer uso de mi fuerza de voluntad, pero era insuficiente.
Llegué a mis quince primaveras sin gozar de la satisfacción de ver pintadas mis uñas con los esmaltes robados a mi madre o a mi hermana mayor. Eso fue hasta que tuve un novio que un día me dijo: Tienes manos muy bonitas. Se te verían muy bien con las uñas largas.
Esa frase logró lo que ni mi mamá ni yo habíamos conseguido en años y me di cuenta de tres cosas muy importantes:
1. Había algo bonito en mí.
2. La vanidad es un arma poderosa.
3. Un novio que se fija en el largo de tus uñas, no puede estar bien (en esa época desconocíamos la palabra "metrosexual"). ¡Al cabrón con él!
De la noche a la mañana dejé de comerme las uñas y ellas comenzaron a crecer sanas, fuertes y ansiosas de libertad.
Un par de años después de eso mi hermana estuvo trabajando para el departamento de mercadotecnia de una agencia de autos y creó una campaña centrada en frases relacionadas con las manos (cuidado, compromiso, etc.).
Las manos de la publicidad eran las mías. Dos días estuve posando en diferentes posiciones para la campaña.
Fueron días de fama y gloria, que por fortuna dejé, porque en el mundillo del modelaje de manos la competencia es encarnecida y las mujeres son malas, muy malas (hay un cuento de Hitchcock que lo confirma). Además la vanidad es cosa buena, en pequeñas dosis.
De manos.
Y no fue tan sencillo para alguien cuya relación entre uñas y dientes comenzó a temprana edad y amenazaba con no terminar tan fácilmente.
Desde que recuerdo me comía las uñas.
Onicofagia es el nombre de este hábito y no había nada que mi madre no hubiera probado para quitármelo. Yo también había intentado hacer uso de mi fuerza de voluntad, pero era insuficiente.
Llegué a mis quince primaveras sin gozar de la satisfacción de ver pintadas mis uñas con los esmaltes robados a mi madre o a mi hermana mayor. Eso fue hasta que tuve un novio que un día me dijo: Tienes manos muy bonitas. Se te verían muy bien con las uñas largas.
Esa frase logró lo que ni mi mamá ni yo habíamos conseguido en años y me di cuenta de tres cosas muy importantes:
1. Había algo bonito en mí.
2. La vanidad es un arma poderosa.
3. Un novio que se fija en el largo de tus uñas, no puede estar bien (en esa época desconocíamos la palabra "metrosexual"). ¡Al cabrón con él!
De la noche a la mañana dejé de comerme las uñas y ellas comenzaron a crecer sanas, fuertes y ansiosas de libertad.
Un par de años después de eso mi hermana estuvo trabajando para el departamento de mercadotecnia de una agencia de autos y creó una campaña centrada en frases relacionadas con las manos (cuidado, compromiso, etc.).
Las manos de la publicidad eran las mías. Dos días estuve posando en diferentes posiciones para la campaña.
Fueron días de fama y gloria, que por fortuna dejé, porque en el mundillo del modelaje de manos la competencia es encarnecida y las mujeres son malas, muy malas (hay un cuento de Hitchcock que lo confirma). Además la vanidad es cosa buena, en pequeñas dosis.
Comentarios
cuchilloUP
Alice: La oportunidad pasó, se fue. Ya no tengo las manos que tenía a los 17, pero porque soy mujer trabajadora. Hubiera podido ser rica y famosota, ni moyo.
Flaka, por qué! qué tienen tus manos?
No, ya en serio, qué chido que cambió tu relación dientes dedos, jeje, es casi como arrancarse cejas o mascar chicle de forma escandalosa. Saludos
Cuando vi el título me friquié gacho, pero...wow... me encantó este post :)
Jejeje! Por qué te frikeaste? Ya sé, no tengo el perfil para esas cosas.